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En días recientes, el actor británico Orlando Bloom ha generado titulares tras revelar que se somete a un innovador procedimiento de “limpieza de sangre” con el fin de eliminar microplásticos de su organismo. Según Bloom, este tratamiento busca contrarrestar la acumulación de estas diminutas partículas que, como han demostrado diversos estudios, terminan en el cuerpo humano a través de alimentos, agua y aire. Sin embargo, la comunidad científica se muestra escéptica sobre la eficacia real de estos métodos. Los microplásticos, definidos como partículas de plástico de menos de 5 milímetros, están presentes en prácticamente todos los ecosistemas del planeta y se ha comprobado su presencia en sangre humana, leche materna e incluso en tejidos pulmonares. El problema es que la tecnología médica actual no ha demostrado ser capaz de filtrar selectivamente estas partículas sin afectar los componentes esenciales de la sangre, como glóbulos rojos, blancos, plaquetas y nutrientes críticos. Según la doctora María José López, especialista en toxicología ambiental en la Universidad Autónoma de Madrid, "no existen pruebas clínicas sólidas que avalen la eliminación de microplásticos mediante hemodiálisis o técnicas similares sin poner en riesgo la integridad celular". Empresas de biotecnología en Europa y Estados Unidos ofrecen tratamientos de "detoxificación extracorpórea", pero hasta la fecha, los estudios revisados por pares sobre su efectividad son escasos o inexistentes. Algunos procedimientos se basan en terapias de plasmaféresis o aféresis, pero su uso habitual es para enfermedades autoinmunes o casos muy específicos, no para la supuesta "limpieza de microplásticos". Además, los microplásticos no sólo circulan por la sangre: también se alojan en tejidos, órganos y posiblemente atraviesen la barrera hematoencefálica. “Eliminar los microplásticos que ya están dentro de las células es una tarea extremadamente compleja para la ciencia actual”, añade el doctor Felipe Navarro, biólogo molecular del CSIC. La preocupación pública por la exposición a microplásticos no es infundada. Estudios recientes han vinculado estas partículas con inflamaciones crónicas, alteraciones hormonales y posibles daños al sistema inmunitario. Sin embargo, los expertos coinciden en que la solución no está en tratamientos individuales, sino en reducir la producción y el uso masivo de plásticos a nivel industrial. El caso de Orlando Bloom ha reavivado el debate sobre los límites de la medicina "wellness" y la ciencia real. Aunque estos tratamientos pueden ofrecer beneficios placebo o bienestar subjetivo, la evidencia científica sólida sobre su eficacia es aún insuficiente. Mientras tanto, organizaciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) insisten en la necesidad de estudios más amplios para determinar cómo afectan realmente los microplásticos a la salud humana y qué estrategias efectivas pueden aplicarse para su eliminación del cuerpo. Por ahora, la mejor recomendación de los científicos es prevenir la exposición, minimizando el uso de plásticos en el día a día, evitando productos ultraprocesados y priorizando alimentos frescos, además de consumir agua filtrada. En resumen, la ciencia aún no respalda los tratamientos como la "limpieza de sangre" de Orlando Bloom para eliminar microplásticos, aunque la inquietud sobre estos contaminantes sigue creciendo entre la población mundial.
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Oliver D. Marchwood is the technology and cyber policy editor at The Telegraph, focusing on surveillance law, AI governance, and data protection in the UK. A former advisor at the UK��s Department for Digital, Culture, Media & Sport (DCMS), Marchwood is a thought leader in responsible tech and sits on the advisory board at TechUK.