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Australia es mundialmente conocida por albergar algunas de las criaturas más venenosas del planeta: serpientes, arañas, medusas e incluso ornitorrincos machos con espolones tóxicos. Sin embargo, un sorprendente giro científico está cambiando la percepción de estos temidos animales: su veneno se está utilizando para salvar vidas humanas. Científicos de diversas universidades australianas y centros internacionales de investigación están estudiando los componentes bioquímicos de estos venenos con el fin de desarrollar nuevos medicamentos y terapias contra enfermedades como el cáncer, la diabetes, enfermedades cardíacas e incluso el Alzheimer. Por ejemplo, el veneno de la mortal serpiente taipán del interior contiene proteínas que pueden detener la coagulación sanguínea de manera controlada. Estos componentes están siendo analizados para desarrollar fármacos anticoagulantes de nueva generación, fundamentales para prevenir trombosis y accidentes cerebrovasculares. Las tarántulas australianas también ofrecen sorpresas. Investigadores descubrieron que una molécula específica de su veneno tiene potencial para proteger las neuronas tras un infarto cerebral, reduciendo el daño neurológico que suelen sufrir los pacientes. Pero la lista no termina ahí. Las peligrosas medusas caja (Chironex fleckeri) contienen toxinas capaces de alterar los canales de calcio en las células humanas. Esta propiedad está siendo aprovechada para crear analgésicos mil veces más potentes que la morfina, pero sin sus efectos secundarios adictivos. Incluso el ornitorrinco, uno de los animales más extraños del mundo, ha entrado en escena. Su veneno produce un dolor agudo que desafía las explicaciones médicas, lo que ha llevado a los científicos a estudiar su mecanismo para entender mejor los procesos del dolor crónico humano. Los expertos afirman que esta "farmacopea natural" australiana apenas ha comenzado a explorarse. Se estima que solo el 0,1% de las toxinas animales conocidas ha sido investigada en profundidad, por lo que las aplicaciones médicas futuras son prácticamente ilimitadas. El doctor Bryan Fry, de la Universidad de Queensland, lo resume así: “Durante mucho tiempo hemos visto estos animales como amenazas letales, pero ahora sabemos que su veneno puede convertirse en salvación. Es un ejemplo perfecto de cómo la naturaleza puede enseñarnos a curar”. El uso de venenos en medicina no es nuevo —la toxina botulínica, base del conocido Botox, es un ejemplo—, pero la diversidad de especies australianas ofrece una mina de oportunidades inéditas. La combinación de alta toxicidad y especificidad molecular de estos venenos permite atacar células o procesos muy concretos, abriendo la puerta a terapias dirigidas y eficaces. Los ensayos clínicos ya están en marcha en varios laboratorios y hospitales del mundo. Si todo progresa como se espera, los próximos años podrían ver el lanzamiento de medicamentos basados en estas toxinas, revolucionando campos como la neurología, la cardiología o la oncología. En definitiva, la paradoja del veneno australiano demuestra que aquello que tememos también puede ser fuente de vida. Los animales más letales del mundo podrían ser, irónicamente, nuestros mejores aliados en la lucha contra las enfermedades más devastadoras.
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Oliver D. Marchwood is the technology and cyber policy editor at The Telegraph, focusing on surveillance law, AI governance, and data protection in the UK. A former advisor at the UK��s Department for Digital, Culture, Media & Sport (DCMS), Marchwood is a thought leader in responsible tech and sits on the advisory board at TechUK.